martes, 12 de febrero de 2019

El boom y la sobrevaloración de empresas: una explicación teórica y un "culpable".




Es un hecho cierto y probado que durante las épocas de exuberancia económica o boom (como son denominadas coloquialmente), el precio de muchos activos sube hasta niveles que escapan a toda lógica racional. No hace tantos años, allá por el 2007, el precio de las viviendas (sin ir más lejos) alcanzó unas cotas que a día de hoy se antojan insuperables, sobre todo en determinadas zonas geográficas. Las empresas, como un activo que son, también elevan sus precios en estas épocas por encima de lo que sería recomendable. Las cotizadas en bolsa son fácilmente observables. Los índices bursátiles se “disparan” en esos años locos, haciendo las delicias de inversores y especuladores. Las compañías no cotizadas, que son la amplia mayoría en una economía, también experimentan un aumento de valor silencioso. Digo silencioso, porque normalmente si no son valoradas por alguna razón, el propietario de las mismas ni se percata de la “inflación” que acontece sobre las acciones de su empresa.

Ahora bien, cabe preguntarse si es posible explicar desde un punto de vista teórico la conexión entre el boom económico y la sobrevaloración empresarial. Lo primero que habría que tener claro es cómo se originan estas fases de exuberancia irracional, puesto que una vez que entendamos esto, se verá mejor la relación con la sobrevaloración de los negocios.

Estudié economía durante mis años de facultad, ahora bien, nada de lo allí aprendido me ha servido hasta la fecha para explicar de forma contundente el devenir de los ciclos económicos. Los economistas clásicos (con Keynes a la cabeza) y sus teorías del equilibrio perfecto, únicamente me fueron de utilidad para aprobar los exámenes (es triste, pero es la realidad). Sin embargo, hace ya algunos años empecé a leer información sobre la denominada Escuela Austriaca de Economía, cuyo representante visible en España es el profesor Huerta de Soto, y de repente, muchas ideas sobre la economía, que tenía inconexas en la cabeza, empezaron a cobrar sentido. Recomiendo al lector con interés por estos temas leer el libro “Dinero, Crédito bancario y Ciclos económicos” que pueden descargar libremente (http://www.jesushuertadesoto.com/libros/libros-en-espanol/dinero-credito-bancario-y-ciclos-economicos/)

Bien, hecho este pequeño inciso, comentar que el inicio de todo boom económico comienza años antes de que este tenga lugar a través de un proceso que pasa inadvertido para la mayor parte de la población. La creación de dinero de “la nada” es el epicentro de todos los males económicos que nos acontecen como sociedad. Los bancos tienen la posibilidad legal de crear dinero ficticio, si, si, han leído bien… dinero ficticio, que lo único que produce es una distorsión en la estructura productiva de la economía y que tarde o temprano desemboca en las temidas crisis financieras y recesiones. Los bancos, gracias a las disposiciones gubernamentales, pueden operar con un coeficiente de reserva fraccionario. ¿Y qué significa esto? Pues nada más y nada menos, que pueden utilizar nuestros depósitos para realizar sus “negocios privados” con la única condición de dejar un pequeño porcentaje de los mismos a disposición del público. Es decir, si fuésemos todos a la vez a retirar el dinero que es nuestro y que hemos depositado en ellos, estos no dispondrían de liquidez suficiente y se verían abocados a la quiebra. Esto supone el quebranto de uno de los principios generales del derecho, desde la época romana y griega, como es el de propiedad y depósito.


Este sería de forma gráfica el proceso de expansión crediticia artificial que se lleva a cabo:

Click para ampliar.


Todo este proceso, en el que por supuesto también intervienen los Bancos Centrales (cuya razón de ser es salvar a la banca en las crisis de solvencia que tarde o temprano llegan por actuar con el coeficiente de reserva fraccionario), genera un crecimiento (en ocasiones descomunal) del dinero en circulación. Dinero, que aunque virtual, sirve igual para pagar bienes y servicios de la economía real. ¿Y qué ocurre cuando hay un exceso de algo? Pues que tiende a bajar su precio y este caso no es una excepción. El precio del dinero (o sea, el tipo de interés) tiende a disminuir como consecuencia del proceso expansivo.


Todo esto tiene una incidencia en la economía en general y en el valor de las empresas en particular. De forma genérica el valor de toda compañía viene determinado por las expectativas de flujos que va a generar el negocio en el futuro y la tasa de descuento que se utilice para actualizar esos flujos al momento presente en que se lleva a cabo la valoración. Parece obvio que en años de bonanza las expectativas mejoren de forma sustancial. Me atrevería a decir que en 2006-2007 el 90% de los empresarios tenían unas esperanzas puestas en el futuro muy halagüeñas. Nadie vio venir la crisis posterior (precisamente por la distorsión en la estructura productiva ocasionada por la expansión crediticia) y por lo tanto todas las proyecciones financieras efectuadas en esa época presentaban unos flujos de caja ascendentes, que se traducían irremediablemente en altos valores de empresa. En cuanto a la tasa de descuento, al estar influenciada fuertemente por el tipo de interés, su evolución durante esos años fue a la baja. Con lo que ya tenemos el “cocktail explosivo”: altas expectativas de flujos + bajas tasas de descuento = elevadas valoraciones.


Hay que decir, que de igual modo que las valoraciones suben hasta los cielos, caen posteriormente con virulencia cuando se desatan los efectos de respuesta natural del mercado ante la expansión monetaria y que suponen la etapa de recesión.