Métodos
de valoración hay muchos (por no decir demasiados), algunos de ellos realmente
curiosos y estrambóticos, aunque al final siempre acabemos recurriendo a un número
reducido de los mismos para valorar empresas. Me atrevería a decir que en más
de un 90% de ocasiones se usa el descuento de flujos como metodología de
referencia y aunque estoy completamente de acuerdo con esta circunstancia, también
reconozco que puede ser útil tener en mente alguna que otra alternativa por si
se presenta la ocasión. Para mí, el método a aplicar dependerá ni más ni menos
que de las circunstancias de la empresa en cuestión, puesto que lógicamente no
es lo mismo valorar una compañía que se encuentra en fase de madurez, que
valorar una empresa en crecimiento “puro y duro” incapaz de generar cash flow
positivo.
He
realizado un pequeño esquema que puede servir de “mapa” (o referencia) para saber dónde
situarnos en cada proyecto de valoración. ¡Vamos a verlo!
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El
primer punto que considero necesario plantearse es si consideramos la empresa en cuestión como un ente dinámico o estático.
¿Qué es esto de dinámico o estático? Muy sencillo, si trabajamos bajo la
hipótesis de “empresa en funcionamiento” (lo normal en el 80% de los casos)
estamos en una situación de “dinamismo”, que se contrapone con empresas “paradas”
o estáticas por diversas causas (la más habitual es estar inmersas en un
proceso de liquidación, por ejemplo). Ante empresas “estáticas” lo lógico es utilizar
metodologías de valoración basadas en el balance, pudiendo ir desde un simple “valor
contable” sin más hasta un “valor de liquidación” (donde se deben tener en
cuenta los costes que conlleva el proceso de liquidación del negocio en sí,
tales como indemnizaciones, etc) pasando por un “valor contable ajustado”. En
estas metodologías el principal inconveniente al que nos enfrentamos (y hablo
por mi propia experiencia personal) es valorar a precios de mercado una maquina
envasadora de salchichas, por ejemplo. Es ciertamente complicado, como
valorador de empresas, llegar a formarse una opinión razonable y razonada sobre
este aspecto, a no ser que se recurra a un perito especializado en ese tipo
concreto de máquinas o instalaciones. Por lo tanto, mucho cuidado en este
terreno, porque se puede uno “resbalar” con mucha facilidad.
Si
nos asomamos a la empresa bajo la perspectiva del funcionamiento o “dinamismo”,
nos deberíamos plantear si genera
dividendos de una manera regular y estable. Si estamos valorando empresas
de tamaño pequeño y mediano, casi con total seguridad que la respuesta será
negativa. Una cosa es que a final de año los socios se repartan un “pellizco”
de los beneficios anuales (cuando ellos vean que es posible) y otra muy distinta
es que la compañía tenga “oficializado” un reparto de dividendos regular y
estable. Este último caso se suele dar sobre todo en empresas cotizadas (o en
grandes grupos) en fase de madurez y con una accionariado amplio, en cuyo caso
el método valorativo más indicado sería el descuento de dividendos (no
olvidemos que el dividendo así considerado constituye un flujo de efectivo “palpable”
e inequívoco).
El
siguiente paso, sería plantearse si la
compañía genera flujos de caja positivos, estables y predecibles. A priori,
podríamos afirmar que empresas jóvenes en crecimiento no suelen generar flujos
positivos, debido a sus fuertes necesidades de inversión, ya sea en activos o
en circulante, pero digo “a priori” porque sería necesario analizar caso por
caso. En definitiva, si no tenemos unos flujos positivos (ni se les espera
hasta dentro de un tiempo) es mejor decantarse por la metodología RIM (que ya
vimos en un artículo
previo). En caso contrario, aplicaremos el archiconocido descuento de
flujos de caja.
El
anterior esquema es muy sencillo y básico, pero creo que puede servir de
referencia para aplicar una metodología u otra de valoración. Además, he de
comentar un último aspecto, y es que habría que añadir al mismo dos métodos que
resultan complementarios de los anteriores y que se suelen utilizar a menudo.
Me estoy refiriendo a los métodos de
múltiplos comparables y transacciones privadas. Estos se suelen denominar “externos”,
en contraposición a los vistos con anterioridad (DFC, RIM, Valor contable, etc)
que emanan del interior de la compañía (de sus balances, proyecciones, etc).
Los métodos externos tienen su razón de ser en la comparación con empresas
similares, ya sean cotizadas en mercados organizados o bien que hayan "experimentado" procesos de compra/venta en mercados “privados” (pero en fin, esto es algo ya
de sobra conocido).
Socio de IDYLIA Valoración de Empresas.
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