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es interesante tenerlo presente de un modo u otro. Con este ratio ocurren dos
cosas que resultan cuando menos curiosas: por un lado, es uno de los más
utilizados y conocidos en el mundo de las finanzas. Su origen se remonta a unas
cuantas (bastantes) décadas y en la actualidad es raro el analista que no lo
conoce o aplica. Por otro lado, es uno de los indicadores más inconsistentes
a nivel financiero (tal y como está definido), lo que desde mi punto de vista
le resta bastante credibilidad. Aunque esto último se puede resolver/corregir,
como veremos más adelante.
Lo
primero que vamos a hacer es tratar de definirlo y entenderlo. Bien, para ello,
comenzaremos con un concepto muy simple. Cuando acudimos a comprar una compañía
(en bolsa, por ejemplo) “intercambiamos” una cantidad de dinero por acciones de
esa empresa, que al fin y al cabo representan una parte “real” de la misma (sus
activos, deudas, etc..) y que por consiguiente genera unos rendimientos
anuales.
Con
estos datos, el PER viene expresado con la siguiente fórmula. Obsérvese que
cuando se indica “Resultado Anual” nos referimos al Beneficio Neto de la
compañía.
Visto
así, tampoco nos dice mucho, la verdad. En realidad y para entenderlo mejor, el
PER lo podríamos equiparar al número de años que “tardamos” en recuperar el
dinero que hemos pagado por la empresa, teniendo en cuenta que esta genera (o
mejor dicho, generará) un determinado Resultado Anual a lo largo del tiempo.
Los diferentes estudios retrospectivos realizados afirman que el PER medio para
todas las compañía cotizadas a lo largo de la historia se sitúa en torno a 15.
Es decir, se necesitan de media 15 años para recuperar lo pagado. A mí esto, la
verdad, me parece demasiado tiempo, por mucho que sea lo “normal”, pero en fin.
Llegados
a este punto, es un buen momento para cuestionarnos un aspecto que a mi parecer
resulta “chirriante” en el PER. Veamos, se están relacionando dos magnitudes
que no tienen nada que ver entre sí. Una es la liquidez (el precio que pagamos
por las acciones) y la otra es un resultado contable (que como todos sabemos
puede representar cualquier cosa menos dinero generado por la compañía en un
período determinado). Esto hace que las conclusiones obtenidas a través de un
análisis del PER sean poco consistentes.
Y esto, ¿se puede solucionar de alguna
forma? Por supuesto que sí, se puede y se debe.
La
práctica más razonable o de sentido común, sugiere sustituir el Resultado
Contable por una magnitud que refleje la liquidez real generada por la empresa
en cada período, siendo el Cash Flow Libre la más indicada para ello. Además,
ya que estamos, también es necesario “ajustar” el Precio que pagamos por las
acciones, minorándolo por los Activos Líquidos de la empresa (que incluirán
también las Inversiones Financieras a C/P) y sumándole la Deuda Financiera que existe
en Balance. Por ejemplo, si pagas por un piso €1M y te subrogas en la hipoteca
que tiene de €0,5M, en realidad estás asumiendo un coste total de €1,5M. (y lo
contrario ocurriría si el piso tuviese una caja fuerte con joyas, por decir
algo, sería equivalente a pagar menos). Esto se puede trasladar al mundo de la
empresa de una forma similar.
Este
PER con "asterisco", al que se suele llamar “normalizado”, tiene mucho más
sentido económico que cualquier otro PER y es el que desde mi punto de vista
deberíamos utilizar. Como he dicho en el título de este artículo, el PER nunca
debe utilizarse como instrumento único de valoración, y de hecho no lo
considero un sustituto, ni mucho menos, del Descuento de Flujos de Caja. Ahora
bien, sí que es cierto, que el cálculo del mismo tras realizar una valoración
detallada de empresa, puede aportar una cierta consistencia al trabajo
realizado. Es por ello, que en IDYLIA, estamos apostando por incluir en
nuestros Informes de Valoración una breve reseña al PER normalizado resultante,
de modo que si este se encuentra dentro de unos límites razonables, podamos
añadir un elemento más de control sobre la valoración.
Socio de IDYLIA.
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