Es un hecho
cierto y probado que durante las épocas de exuberancia económica o boom (como
son denominadas coloquialmente), el precio de muchos activos sube hasta niveles
que escapan a toda lógica racional. No hace tantos años, allá por el 2007, el
precio de las viviendas (sin ir más lejos) alcanzó unas cotas que a día de hoy
se antojan insuperables, sobre todo en determinadas zonas geográficas. Las
empresas, como un activo que son, también elevan sus precios en estas épocas
por encima de lo que sería recomendable. Las cotizadas en bolsa son fácilmente
observables. Los índices bursátiles se “disparan” en esos años locos, haciendo
las delicias de inversores y especuladores. Las compañías no cotizadas, que son
la amplia mayoría en una economía, también experimentan un aumento de valor
silencioso. Digo silencioso, porque normalmente si no son valoradas por alguna
razón, el propietario de las mismas ni se percata de la “inflación” que
acontece sobre las acciones de su empresa.
Ahora bien, cabe preguntarse si es posible
explicar desde un punto de vista teórico la conexión entre el boom económico y
la sobrevaloración empresarial. Lo primero que habría que tener claro es
cómo se originan estas fases de exuberancia irracional, puesto que una vez que entendamos
esto, se verá mejor la relación con la sobrevaloración de los negocios.
Estudié economía
durante mis años de facultad, ahora bien, nada de lo allí aprendido me ha
servido hasta la fecha para explicar de forma contundente el devenir de los
ciclos económicos. Los economistas clásicos (con Keynes a la cabeza) y sus
teorías del equilibrio perfecto, únicamente me fueron de utilidad para aprobar
los exámenes (es triste, pero es la realidad). Sin embargo, hace ya algunos
años empecé a leer información sobre la denominada Escuela Austriaca de
Economía, cuyo representante visible en España es el profesor Huerta de Soto, y
de repente, muchas ideas sobre la economía, que tenía inconexas en la cabeza,
empezaron a cobrar sentido. Recomiendo al lector con interés por estos temas
leer el libro “Dinero, Crédito bancario y Ciclos económicos” que pueden
descargar libremente (http://www.jesushuertadesoto.com/libros/libros-en-espanol/dinero-credito-bancario-y-ciclos-economicos/)
Bien, hecho este
pequeño inciso, comentar que el inicio de todo boom económico comienza años
antes de que este tenga lugar a través de un proceso que pasa inadvertido para
la mayor parte de la población. La creación de dinero de “la nada” es el
epicentro de todos los males económicos que nos acontecen como sociedad. Los
bancos tienen la posibilidad legal de crear dinero ficticio, si, si, han leído
bien… dinero ficticio, que lo único que produce es una distorsión en la estructura
productiva de la economía y que tarde o temprano desemboca en las temidas
crisis financieras y recesiones. Los bancos, gracias a las disposiciones
gubernamentales, pueden operar con un coeficiente de reserva fraccionario.
¿Y qué significa esto? Pues nada más y nada menos, que pueden utilizar nuestros
depósitos para realizar sus “negocios privados” con la única condición de dejar
un pequeño porcentaje de los mismos a disposición del público. Es decir, si
fuésemos todos a la vez a retirar el dinero que es nuestro y que hemos
depositado en ellos, estos no dispondrían de liquidez suficiente y se verían
abocados a la quiebra. Esto supone el quebranto de uno de los principios
generales del derecho, desde la época romana y griega, como es el de propiedad
y depósito.
Este sería de
forma gráfica el proceso de expansión crediticia artificial que se lleva a
cabo:
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Todo este
proceso, en el que por supuesto también intervienen los Bancos Centrales (cuya razón
de ser es salvar a la banca en las crisis de solvencia que tarde o temprano llegan por actuar con el coeficiente de reserva fraccionario), genera un
crecimiento (en ocasiones descomunal) del dinero en circulación. Dinero, que
aunque virtual, sirve igual para pagar bienes y servicios de la economía real.
¿Y qué ocurre cuando hay un exceso de algo? Pues que tiende a bajar su precio y
este caso no es una excepción. El precio del dinero (o sea, el tipo de interés)
tiende a disminuir como consecuencia del proceso expansivo.
Todo esto tiene
una incidencia en la economía en general y en el valor de las empresas en
particular. De forma genérica el valor de toda compañía viene determinado por
las expectativas de flujos que va a generar el negocio en el futuro y la
tasa de descuento que se utilice para actualizar esos flujos al momento
presente en que se lleva a cabo la valoración. Parece obvio que en años de
bonanza las expectativas mejoren de forma sustancial. Me atrevería a decir que
en 2006-2007 el 90% de los empresarios tenían unas esperanzas puestas en el
futuro muy halagüeñas. Nadie vio venir la crisis posterior (precisamente por la
distorsión en la estructura productiva ocasionada por la expansión crediticia)
y por lo tanto todas las proyecciones financieras efectuadas en esa época
presentaban unos flujos de caja ascendentes, que se traducían irremediablemente
en altos valores de empresa. En cuanto a la tasa de descuento, al estar influenciada
fuertemente por el tipo de interés, su evolución durante esos años fue a la
baja. Con lo que ya tenemos el “cocktail explosivo”: altas expectativas de flujos + bajas tasas de descuento = elevadas
valoraciones.
Hay que decir,
que de igual modo que las valoraciones suben hasta los cielos, caen
posteriormente con virulencia cuando se desatan los efectos de respuesta
natural del mercado ante la expansión monetaria y que suponen la etapa de
recesión.
Socio de IDYLIA
Valoración de Empresas.